martes, 7 de mayo de 2013

Una mirada a través de los muros de la Casa Blanca

‘The West Wing’, o en español, ‘El ala oeste de la Casa Blanca’, es una serie estadounidense creada por Aaron Sorkin, avalada por tres Globos de Oro y veintiséis premios Emmy. Durante siete temporadas, Sorkin y su equipo nos acercan a la infraestructura comunicativa de la Casa Blanca. Tal vez ahí resida su éxito ya que el espectador se sumerge en un entramado totalmente desconocido para cualquier ciudadano medio.

Como es de suponer, el capítulo piloto es una presentación de los profesionales que rodean al Presidente Josiah Bartlet (Martin Sheen). En este caso, la trama gira en torno a Josh Lyman, ayudante del Jefe de Gabinete. Unas declaraciones algo desacertadas contra la derecha cristiana ponen en entredicho su puesto. Por este motivo, Toby Ziegler (Richard Schiff) intenta hacer que rectifique ya que él es el Director de Comunicaciones. Su función se resume en esta frase a Josh: “Yo soy el encargado del mensaje que hay que dar”. Ante la negativa de Lyman de acudir a un encuentro con los integrantes del partido cristiano, Ziegler le recuerda: “Es mi trabajo decirle al presidente que lo mejor que puede hacer desde el punto de vista de las relaciones públicas es despedirte”. 

En este capítulo, también comprobamos el poder que ejerce Leo McGarry (John Spencer) como Jefe de Gabinete de la Casa Blanca. Es el hombre más cercano al presidente y por lo tanto, todas las decisiones pasan por su despacho. De hecho, es McGarry quien se encarga de reunir al equipo para organizar el trabajo y tomar las decisiones pertinentes. Por otro lado, tenemos a C.J. Cregg (Allison Janney) que trabaja como Secretaria de Prensa. Además, es el enlace entre la institución y los medios de comunicación ya que también ejerce la labor de portavoz.

En realidad, lo más interesante de este capítulo es ver cómo se gestiona el mensaje político y cuáles son las funciones que desempeñan cada uno de los personajes. Este trabajo es muy importante ya que políticos y periodistas conviven y se influyen entre sí. No podrían subsistir los unos sin los otros. Parece que “la política que hoy día no sale en los medios de comunicación no existe; el político que no aparece en la prensa, no trabaja”  (Canel, 1999). Por ello, los responsables de comunicación de cualquier institución o partido han de definir de antemano la estrategia a seguir. Y sobre todo, deben conocer bien los ritmos y exigencias informativas para que no se perturbe la intención inicial de su mensaje.

En el capítulo siguiente, comprobamos todavía mejor hasta qué punto es relevante la labor de los asesores presidenciales. Tanto es así que todos trabajan codo con codo, sin que apenas existan secretos entre ellos. Un ejemplo lo encontramos en el affaire de Sam Seaborn (Rob Lowe) con una prostituta. Como ayudante del Director de Comunicaciones de la Casa Blanca, sabe la importancia de transmitir una imagen ejemplar. Por ello, decide contarle todo a Josh Lyman y Toby Ziegler. Éstos se alarman cuando Sam les confiesa que un periodista les vio juntos en el restaurante. Aún así, Seaborn hace caso omiso de las recomendaciones de ambos y decide volver a ver a la chica. Esto nos demuestra la responsabilidad de la que tienen que hacer gala los políticos ya que cualquier error puede ser difundido por un periodista, lapidando su carrera. No podemos olvidar la función del periodismo como un perro guardián que pretende evaluar la autoridad de nuestros representantes y reivindicar el derecho a saber de la ciudadanía.

Por otra parte, es interesante analizar la estrategia de comunicación del ficticio Presidente Bartlet (Martin Sheen) ya que es muy similar a la de Bill Clinton. En relación a esto, es importante señalar que la serie coincide con el mandato de éste último. Algunas de las características que tienen en común ambos gabinetes es el estilo desenfadado, espontáneo y directo. Un ejemplo lo tenemos en las ruedas de prensa de C.J., que no duda en utilizar el sentido del humor para contestar a los periodistas. Como señala María José Canel, el éxito de un portavoz reside en “estar suficientemente asequible a los medios de comunicación”. También observamos una tendencia hacia la visibilidad en los media,  propia del gabinete Clinton. De hecho, el equipo no duda en reunir a los periodistas para explicarles algo tan trivial como el esguince del presidente. De esta manera, consiguen mantener una relación cercana con los medios y adelantarse a sus necesidades.

También podemos encontrar esa cercanía en la figura del Presidente ya que no duda en llamar a la viuda de un médico asesinado por un misil sirio. En la serie se insiste constantemente en la bondad e inteligencia del Presidente Bartlet. Aparte de las cualidades innatas de cualquier político, “su liderazgo depende de la relación particular que tiene con sus seguidores, es decir, de lo bien que se lleve con todos aquellos a quienes tiene que liderar” (Nimmo, 1970). Entre ellos, se encuentran los votantes, el equipo gubernamental, los parlamentarios o congresistas y el partido político al que pertenece. “La comunicación presidencial está dirigida a todos estos grupos de seguidores, por medio de la creación de un liderazgo simbólico, es decir, de una combinación de lo que el Presidente es y de lo que él se construye con las técnicas de comunicación” (Denton y Hahn, 1986). Es ahí donde entra en juego la estrategia comunicativa preparada por el equipo presidencial, tan bien retratada a lo largo de las siete temporadas.  

En definitiva, lo que nos muestra esta serie es la necesidad que tiene el Gobierno de llevar a cabo una “campaña permanente”, lo cual implica el entendimiento de cada uno de sus miembros. Cualquier espectador se verá atrapado enseguida por la rapidez y trascendencia de los acontecimientos. A esto, hay que sumar la cuidada puesta en escena y la credibilidad que desprende cada una de las situaciones retratadas. Todo ello hace de ‘El Ala Oeste de la Casa Blanca’ una de las mejores series de los últimos tiempos ya que mediante unas excelentes actuaciones y un acertadísimo guión, consigue atrapar a partes iguales a crítica y público. 

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