miércoles, 20 de febrero de 2013

¿Y si todo lo que conocemos no fueran más que cortinas de humo?

“Con frecuencia tenemos la impresión de que los políticos hablan para los periodistas y éstos escriben para los políticos”. Esta frase de María José Candel resume a la perfección la permanente correspondencia entre el poder político y el periodismo. Y además, es un buen punto de partida para realizar un análisis sobre la película La Cortina de Humo. 

Bajo la dirección de Barry Levinson, este film del año 1997 refleja los entresijos del poder y su relación con los medios. La acción se centra en las artimañas del equipo de gobierno estadounidense para hacer frente a un escándalo que perjudica al presidente. A pocas semanas de las Elecciones Generales, la reelección de éste se complica por una acusación de abusos sexuales. El despacho oval está en juego y no hay tiempo que perder, por lo que el gabinete presidencial decide inventar una historia que oculte el affaire. Para ello contratan a Conrad Bread (Robert de Niro), experto en comunicación política. Éste propone crear un conflicto ficticio con Albania que desvíe la atención de la opinión pública. Pero Winifred Ames (Anne Heche), asesora del presidente, no las tiene todas consigo...

- ¿Por qué Albania?
- ¿Y por qué no? ¿Qué sabemos de ellos?
- Casi nada.
- Exactamente. Parecen sospechosos. ¿A quién conoces tú de Albania? ¿Qué sabes de los       albaneses? ¿Quién se fía de ellos?
- Sí, pero Albania no nos ha hecho nunca nada.
- ¿Y han hecho algo por nosotros?

           fuente: fotogramas.com
En este caso, la estrategia consiste en jugar con el desconocimiento de la ciudadanía y el temor que ocasiona una guerra. Sin embargo, éste no es un recurso novedoso. A lo largo de la historia, muchos gobiernos han legitimado todo tipo de dudosas actividades apoyándose en conflictos reales o ficticios. La guerra contra el terrorismo ha sido el pretexto utilizado para emprender acciones opresivas que facilitan el control de la población. Ese letargo y sumisión es precisamente lo que interesa a los poderosos ya que una sociedad pasiva es menos peligrosa para su continuidad en lo más alto. Ésta es la teoría que Armand Mattelart apunta en su libro Un mundo vigilado. Uno de los ejemplos que el autor belga señala es el aumento de la seguridad a nivel mundial desde los atentados del 11 de septiembre. Con la excusa de proteger a la población, se han coartado libertades civiles y se han introducido mecanismos de control en aeropuertos y otros lugares de tránsito público. La paradoja reside en que la sociedad ha aplaudido algunas de estas decisiones, ajena a los intereses políticos o económicos que hay detrás.

En este cruel escenario, los gobiernos también han contado con el beneplácito general de los medios de comunicación. Conscientes de su influencia, éstos han sido utilizados como herramientas para apuntalar los discursos oficiales. “Los medios se comportan como actores políticos que influencian las culturas políticas de los ciudadanos a través del diario consumo de noticieros y periódicos, representando intereses económicos o negociando con el Estado la cobertura de las demandas sociales” (Macassi, 2002)

Por otro lado, también es interesante analizar la figura de Stanley Motts (Dustin Hoffman), excéntrico productor de Hollywood que materializa la cortina de humo. Para lograr la adhesión de la audiencia, Motts apuesta por utilizar diferentes recursos
con una fuerte carga emocional. Mediante lemas simples (Coraje, mamá) y sintonías pegadizas, la ciudadanía es invitada a movilizarse a favor de la guerra. Finalmente, el absurdo general desemboca en la invención de un héroe, el general Schumann. La versión oficial es que fue atrapado por los albaneses pero en realidad es sólo un recluso acusado de violación. La situación acaba volviéndose en contra de Motts, Brean y compañía ya que Schumann es asesinado cuando intenta abusar de una mujer. Aún así, su féretro es recibido con los mismos honores que se dispensa a un verdadero héroe. Esto nos remite a la obra de Dayan y Katz sobre las tramas típicas de los acontecimientos mediáticos: conquista, competición y coronación. A pesar de que Schumann haya muerto, su labor en la guerra se reconoce como una gran gesta. Además, la magnitud de su funeral lo glorifica definitivamente como alguien digno de recordar y admirar.

El hecho de que un delincuente acabe convertido en un héroe da buena cuenta del potencial de los gobiernos y los media para crear realidades. Y precisamente, es esto lo que la película pretende poner de manifiesto y criticar. Teniendo en cuenta que gobernantes y periodistas están en el mismo bando, ¿a quién o qué podemos creer? ¿No será todo lo que conocemos una cortina de humo que oculta acontecimientos mucho más trascendentales? Esta película nos recuerda que aquello que transmiten los medios de comunicación es sólo una selección de todo lo que ocurre. Es decir, cuando hablamos de discursos públicos, hay que “atender tanto a lo que vinculan -los significados, valores, emociones o discursos que asocian a una dada cuestión-, como a lo que bloquean.” (Cristina Peñamarín, 2002). Y sobre todo, debemos tener en cuenta que hoy en día, la manipulación de las mentes es una forma de poder mucho más efectiva que el dominio mediante la fuerza.

jueves, 14 de febrero de 2013

Black Mirror: reflejo de una realidad no tan lejana


                                                                     fuente:jotdown.es
El título de Black Mirror, miniserie británica que dio la campanada el año pasado, ni es casual ni podría ser más acertado. Charlie Brooker, creador de la serie, pone sobre la mesa distintas situaciones basadas en el día a día para retratar el mundo en el que vivimos. Las historias de Brooker forman un espejo en el que reflejarnos y del cual tendremos que apartar la vista ante la vergüenza que produce el hecho de verse imitado. El primer capítulo , The National Anthem, no deja lugar a dudas de hasta qué punto la ficción y la realidad se evocan entre sí. En este caso, la dinámica actual sirve a Charlie Brooker para crear una situación inusual y extrema que nos hace cuestionarnos nuestro sistema y nuestros propios valores. ¿Qué ocurriría si la infanta Leonor fuera secuestrada y Mariano Rajoy tuviera que practicar la zoofilia para salvar su vida? Aunque este suceso parezca imposible, Black Mirrornos demuestra que la realidad está más cerca de la ficción de lo que imaginamos.

Como bien adelantábamos, la trama de este primer capítulo gira en torno a un hecho sin precedentes. El Primer Ministro, Michael Callow, se despierta con una terrible noticia: La princesa Sussanah, una especie de Lady Di contemporánea, ha sido secuestrada. La información llega a través de un vídeo subido a YouTube. En él, la chica anuncia la increíble exigencia del captor: Michael Callow deberá practicar el sexo con una cerda para salvar la vida de la querida princesa. Pero ahí no acaba todo. Este hecho deberá ser retransmitido por la televisión nacional en horario de máxima audiencia. A pesar de los esfuerzos del Gobierno por encontrar a la princesa Susannah y salvaguardar la imagen de Callow, la presión de la opinión pública precipita los acontecimientos. La respuesta de la ciudadanía se ve amplificada por los comentarios en los media y en las redes sociales, lo cual obliga al primer Ministro a cumplir con lo establecido. De esta manera, la princesa es liberada y el Primer Ministro aumenta su popularidad. A pesar de que Callow haya reforzado su consideración entre el pueblo, el final del capítulo nos muestra que la relación con su mujer está hecha añicos. Esto nos hace reflexionar sobre la verdadera influencia de las nuevas tecnologías y las herramientas surgidas en el marco de la web 2.0. En los últimos tiempos, éstas han adquirido un significado global, instantáneo y retroactivo, donde todo gira en torno a su potencial. Su expansión ha alcanzado tal magnitud que ni siquiera el Primer Ministro puede escapar al poder de las mismas.

Además de perfilar la enorme importancia que tienen los nuevos dispositivos tecnológicos, The National Anthem también nos hace preguntarnos sobre la sociedad de hoy en día. Cuando los telespectadores se enteran del reto al que se enfrenta el Primer Ministro, lo califican de “repugnante” y “asqueroso”. Muchos declaran incluso que no encenderán la televisión para no presenciar tan morboso espectáculo. Con un micrófono delante y ante la atenta mirada de un periodista, la mayoría contesta lo que resulta más ético y correcto. Sin embargo, cuando llega la hora establecida, todo el país se agolpa en los bares para ver en acción al Primer Ministro.

Algo parecido ocurre en los media. En su búsqueda permanente de lo novedoso y sorprendente, los medios de comunicación suelen seleccionar aquellos hechos fuera de lo común. Al exhibir masivamente todo tipo de escándalos, también se muestra por contraste cuál es el camino a seguir. Es decir, se enseñan y repiten continuamente determinados sucesos, para después condenarlos como monstruosos e inaceptables. En este capítulo, encontramos un ejemplo durante la tertulia que mantienen en el canal UKN. Mientras debaten sobre el tema del día, un contertulio utiliza la expresión “hacer el amor con un cerdo”. Inmediatamente, la presentadora le interrumpe y le pide que no se centren en detalles escabrosos. A pesar de que hayan estado todo el día dando publicidad a la noticia, el equipo del programa decide que no es conveniente usar términos demasiado explícitos. Esto nos demuestra la hipocresía y la simpleza que caracteriza a los medios de comunicación. Estos rasgos no sólo están presentes en los media, sino que también definen a la sociedad. Los espectadores nos hemos convertido en una máquina traga-sensaciones, dispuestos a consumir todo aquello que resulte inesperado y morboso. Es decir, nos afanamos en buscar aquello que rompa con una realidad monótona y repetitiva, sin cuestionarnos nuestras elecciones. Si el punto fuerte de la programación consiste en ver al Primer Ministro cometiendo la zoofilia, todos estaremos expectantes frente al televisor. ¿Quién se perdería a Mariano Rajoy practicando el sexo con un cerdo? Tal vez, ahí esté el problema. Tal vez, los medios de comunicación sólo sean el cruel reflejo de lo que somos.

Precisamente, ésta es la clave principal sobre la que gira Black Mirror. A través de una situaciones insólitas, Charlie Brooke pretende mostrar y criticar el mundo en el que vivimos. E incluso se podría decir que nos advierte sobre una realidad no tan lejana. Teniendo en cuenta que hasta el Primer Ministro puede verse sacudido por la influencia de las nuevas tecnologías y sistemas de comunicación, ¿quién o qué puede limitar su impacto? Parece que hoy en día, la única regla es que no hay reglas.



viernes, 8 de febrero de 2013

Exilio


                                                fuente: poetadelalba1985
Al menos, una vez al mes, cuando un papel la retaba a ser ella misma, comenzaba el exilio. Por unas horas o por unos días, se separaba en cuerpo o en alma de todo lo que era y la rodeaba. Se sentía extranjera en su propia vida. No tenía ganas de compartir su tiempo con nadie. En esos días, habitaba entre versos, compases o recuerdos. Quien la conocía y sabía leerle las entrañas, ya contaba con esos inviernos porque siempre eran iguales. Ella acabaría volviendo sin hacer ruido, volvería a vestirse las legañas de entre semana y la sonrisa perenne de los días de sol.

Durante esos retiros, el papel era el único que conseguía hacerla hablar. Era incapaz de mentirle porque sabía que le debía mucho, le debía toda aquella paciencia y lealtad por no juzgar sus pensamientos. Era la única vía para reconciliarse consigo misma y poder mirarse hacia adentro sin dolor. Sólo después de haberse desnudado y haberse vertido por unos cuantos renglones, se sentía en paz.

El problema es que nadie, ni siquiera ella misma, sabía cuánto duraría aquella calma. Sólo había alguien capaz de darse cuenta: el folio en blanco más cercano. Siempre vacío, dispuesto a escuchar cualquier súplica, cualquier deseo, cualquier lloro. Su blancura eterna la invitaba a dejase llevar. No había que temer. Él la conocía bien, sabía que tenía que respetar sus huidas, aunque fueran sin motivo. En esos días no cabía ningún reproche, ninguna crítica. Simplemente había que dejarla ser. Ella, acostumbrada a su trato sincero y cálido, no tenía más opción que rendirse mientras se acurrucaba en torno a él. Y entonces, ya no había vuelta atrás: volvía a desnudarse al calor de las palabras.